Arévalo pide tecomates para nadar

¡Buenos días!

Ayer, el presidente Bernardo Arévalo se dirigió a la asamblea de Organización de las Naciones Unidas durante el 80° período de sesiones, y pronunció un discurso que cumplió todas las formas; su experiencia diplomática —especialmente en entes como la ONU— se echó de ver. El contenido del discurso es asunto aparte.

Como si se tratase de un roadshow de su Gobierno —y no la promoción del país—, habló maravillas de su gestión; eso sí, cualquier deficiencia es culpa de todos, menos de él o su equipo. Exudó soberbia.

Sin embargo, pidió el acompañamiento “técnico y político” (lo que eso signifique) de los socios estratégicos. Dios quiera que no se refiera a los socios de Morena, por ejemplo, que han hecho de la justicia mexicana un circo. Ni hablar de la infiltración del narco en todas las estructuras de gobierno, herencia de AMLO.

Como diciendo: “yo no puedo sin ustedes”, los invitó [a los socios estratégicos] a inmiscuirse en asuntos internos de Guatemala. No es poca cosa.

 
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Arévalo en la ONU: lamento sin autocrítica

En el foro multilateral por excelencia, el presidente Bernardo Arévalo desplegó ante la Asamblea General de la ONU un discurso que, más que inspirar, evoca el eco cansino de un lamento reciclado. Bajo el manto de la “paz verdadera”, el q'eqchi' y los katunes mayas, Arévalo repite su letanía favorita: Guatemala como mártir de corruptos y autoritarios, su gobierno como baluarte asediado por fuerzas oscuras. Es un relato victimista trillado, que pinta a su administración como la supuesta heroica víctima de un complot eterno, sin un ápice de introspección. ¿Dónde está la reflexión sobre sus propios tropiezos? Ausente, como siempre. 

Arévalo invoca la historia de la guerra interna y los Acuerdos de Paz —para legitimar su narrativa—, pero evade el espejo. En casi dos años de mandato, su gabinete ha sido un carrusel de inestabilidad: más de una docena de renuncias y destituciones en ministerios clave, desde Economía hasta Salud. Ni hablar de Comunicaciones, el monumento de su desastrosa gestión.   

¿Casualidad? No. Es la prueba irrefutable de que ni él, ni el Movimiento Semilla estaban preparados para el poder. Arévalo, el académico idealista, asumió la presidencia con promesas de renovación, pero sin cuadros capacitados para navegar la complejidad guatemalteca. Su partido, nacido de una impetuosa juventud y anticorrupción simbólica, carece de la profundidad gerencial para gobernar. En lugar de admitir esta flaqueza —“No estábamos listos, hemos aprendido en el camino”, por ejemplo—, opta por externalizar culpas: acoso constante de actores antidemocráticos. Es una necedad que insulta la inteligencia colectiva. La democracia no se defiende con excusas, sino con resultados. Y aquí, los hay escasos: la pobreza persiste, la obra pública no avanza —la poca que lo hace, es gracias al Cuerpo de Ingenieros del ejército de los EE. UU—, y un largo etcétera. 

El clímax de esta autocompasión llegó al evocar las elecciones de 2026 para órganos de justicia. Arévalo suplica —eufemísticamente, “acompañamiento técnico y político” de socios internacionales— para garantizar “transparencia e imparcialidad”. ¿En serio? ¿Un presidente soberano delegando la legitimidad de procesos electorales internos a actores extranjeros? Esto revela no solo incapacidad manifiesta para enfrentar retos gubernamentales, sino una abdicación. La defensa de la democracia es tarea guatemalteca, no un circo internacional donde Arévalo busca salvavidas. Pedir vigilancia externa en elecciones de magistrados huele a debilidad estructural: su gobierno, incapaz de blindar instituciones sin tutores foráneos, confiesa su fragilidad. ¿Qué sigue? ¿Intervención de la ONU en el Congreso? Porque, en la justicia, ya intervino, y ese fallido experimento costó vidas de inocentes. Esta sumisión disfrazada de humildad erosiona la autonomía nacional y perpetúa el ciclo de dependencia que él mismo critica en otros. 

Arévalo cierra con un llamado a reformar la ONU, citando a Hammarskjöld, como para sonar profundo. Pero su discurso es lastimero; un presidente que prefiere la victimización al liderazgo. Guatemala merece más que quejas poéticas; necesita un timonel que asuma responsabilidades —y culpas cuando corresponda—, estabilice su equipo y defienda la democracia con autonomía, no con súplicas. De lo contrario, la “Verapaz” seguirá siendo solo un eslogan vacío en Nueva York. 

 
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Gérman Gómez
Así se elige al primer superintendente de Competencia
570 palabras | 2 minutos de lectura

El Directorio de la Superintendencia de Competencia realizó la primera sesión ordinaria el pasado 26 de agosto. En ella eligieron a Javier Enrique Bauer Herbruger como su presidente. Ese mismo día se efectuó la sesión extraordinaria en la que aprobaron, por unanimidad, el reglamento para elegir al primer superintendente de Competencia (2025-2031).

Por qué importa. La elección del superintendente definirá el rumbo de la nueva institución. Sin el nombramiento, la entidad no puede operar plenamente. Se espera que la designación se realice dentro del plazo que establece la ley. 

  • Un antecedente que alerta es la demora que tuvo el Congreso para elegir al director titular y suplente del Directorio. Tardó 50 días más del tiempo establecido.

  • Según la Ley de Competencia, el Legislativo tendría que haberlos elegido antes del 23 de junio, pero lo hizo hasta el 12 de agosto. El retraso cambió los plazos previstos para la elección del superintendente.

  • El 26 de agosto se aprobó el reglamento para elegir al titular de la superintendencia. El 28 era el día límite para la recepción de los expedientes digitales de los candidatos.

Visto y no visto. El 29, el Directorio los revisó. También notificó de forma electrónica las aclaraciones o subsanaciones a cada uno de los seis candidatos. Estos provienen de la lista de los mejores perfiles calificados entre los entes nominadores: el Pleno del Congreso, la Junta Monetaria y el presidente de la República en Consejo de Ministros. 

  • Entre el 1 y el 3 de septiembre se recibieron las aclaraciones y las subsanaciones. Del 2 al 5, el Directorio solicitó los expedientes presentados por los candidatos a los entes nominadores.

  • Las entrevistas a los candidatos se realizaron el 4 y el 5 en las instalaciones de Pronacom. El primer día estuvieron Jorge Miguel Castillo Castro, Carlos Rodolfo de León Herrera y José Ramiro Martínez Villatoro.

  • El segundo: Byron Enrique Ochoa Paredes, Juan Carlos Rodil Quintana y Edgar Rolando Yax Tezo. En las entrevistas presentaron su plan de trabajo y la visión que tienen para la nueva institución.

Sí, pero. A partir del 6 de septiembre, la designación queda en manos del Directorio. Sin embargo, no puede sobrepasar los 120 días de plazo. Estos iniciaron a correr el 26 de agosto y tienen como límite el próximo 24 de diciembre. Todo el avance del proceso está disponible en el portal: leydecompetencia.com. 

  • Los candidatos serán calificados sin una tabla de gradación. La razón, según el Directorio, es que los entes nominadores calificaron con criterios y ponderaciones diferentes.

  • En esta ocasión, la valoración será global, basada en el análisis de los expedientes y entrevistas. Entre ambos criterios se elegiría al primer superintendente. El martes 23 de septiembre, el Congreso reformó la Ley de Competencia.

  • Hizo ajustes en la rotación de la presidencia. Antes, el criterio era del director con más años, al menor. Ahora será por entidades nominadoras. Primero el Ejecutivo, luego el Congreso y, por último, la Junta Monetaria.

En conclusión. La elección del primer superintendente de Competencia marcará la pauta para consolidar la nueva institución. El proceso avanza con un calendario que, aunque ajustado por retrasos previos, mantiene un marco legal definido. El reto ahora es garantizar una designación transparente. 

  • La transparencia del proceso será clave para que la autoridad nazca con independencia y confianza pública, aunque ya muestra desconfianza de varios sectores.

  • Se espera que el nuevo superintendente tenga un nombramiento oportuno y con independencia de los intereses políticos. 

 
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