Beryl no afectará, pero el Gobierno insiste en Calamidad

¡Buenos días! 

Por ventura o intervención divina, el huracán Beryl no afectará el territorio nacional; su trayectoria lo lleva más al norte y solo causará algunas lluvias, anunció la CONRED. Sin embargo, el Gobierno persiste en la idea de aprobar un estado de Calamidad para atender futuras emergencias. Así no funcionan los estados de emergencia y preocupa, ciertamente, que no lo sepan los funcionarios o sus asesores.

El Gobierno también pretende una descomunal ampliación presupuestaria, a pocas semanas de que tenga que presentar el proyecto de presupuesto para el 2025. Lo más sensato sería desistir de la ampliación y planificar correctamente para el próximo año. Veremos si prevalece la sensatez o la tozudez.

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Editorial: Una de cal, pero varias de arena

La influencia china en Guatemala: R. Evan Ellis, catedrático de la Escuela de Guerra del Ejército de EE. UU., charla con República

Baja inversión en programas de desarrollo social del MIDES

Una de cal, pero varias de arena   

Bernardo Arévalo ha tomado algunas buenas decisiones, de eso no hay duda. Su impulso inicial de entrar a una suerte de “alianza” con el sector privado con respecto a la operación del aeropuerto La Aurora es una de ellas. Falta concesión y todo apunta a que no será a corto plazo, pero la ruta es la correcta. Otra decisión gubernamental en esa misma línea es la cooperación entablada con cámaras empresariales para atender las distintas emergencias que han surgido.  

Sin embargo, el gobierno pretende –por segunda vez en menos de 6 meses– obtener aprobación de un estado de Calamidad Pública para atender “emergencias” que no son más que efectos indeseados de fenómenos climáticos.  

Con esa finalidad, el Ejecutivo convocó a los Jefes de Bloque del Legislativo al Palacio Nacional, donde les presentaría los fundamentos para que, una vez decretado, fuese ratificado por ese Organismo. Al salir de la cita, varios diputados declararon que, a su criterio, no se justificaba la aprobación de un estado de Calamidad. 

Sin embargo, esas situaciones –incendios, crecidas de ríos, daño a infraestructura– ocurren casi todos los años. Cuando es así de frecuente, no se puede hablar de emergencia, sino de recurrencia. Se requiere, entonces de una administración pública ágil, eficiente y transparente. Como la que ofreció en campaña el partido gobernante, sin limitar los derechos constitucionales y sin eludir las normas de contratación.

¿Acaso desde que hicieron su plan de gobierno, y luego, ganaron las elecciones, no sabían que en el 2024 el territorio nacional se vería afectado por La Niña y El Niño? Ciertamente gobernar bajo estados de excepción es más fácil, pero el costo es alto. No se cree que Bernardo Arévalo quiera imitar a Nayib Bukele.

La amenaza del primer huracán de la temporada con grave potencial –Beryl– avivó la pretensión gubernamental; a pesar de que las proyecciones climatológicas daban cuenta de que no tocaría tierra en el país, se insistió en su peligro y el Gobierno habló de un estado de calamidad “preventivo”. Tal cosa no existe en nuestro ordenamiento jurídico.

Más allá del gazapo legal, preocupa que el gobierno no esté en posibilidad de atender los asuntos cotidianos de la administración pública con los recursos y los mecanismos legales existentes.

Ya la peregrina idea de la ampliación presupuestaria va siendo, cada vez más, una quimera, sobre todo a esta altura del año. Administrar eficientemente es, precisamente, poder hacerlo con los recursos disponibles y no con todos los que se desean.

Si se mide en porcentaje, el gobierno arriba pronto al 12.5 % de su período y, por ahora, hay más arena que cal, para aplicar el refrán.

Para lograr concretar proyectos de beneficio a la población, Arévalo debe desoír a las voces radicales de su partido, las que, en campaña, prometían un futuro excluyendo a importantes sectores productivos. Pero, sobre todo, debe tomar decisiones y mantenerse firme en ellas, aunque signifique distanciarse de algunos de sus partidarios.

En síntesis, debe ser coherente, algo que cada vez es más difícil encontrar en el quehacer público. 

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Sebastián Gennari
La influencia china en Guatemala: R. Evan Ellis, catedrático de la Escuela de Guerra del Ejército de EE. UU., charla con República

República recientemente entrevistó al Dr. Robert Evan Ellis, catedrático de la Escuela de Guerra del Ejército de EE. UU. y especialista en asuntos latinoamericanos. En la entrevista se abordó la creciente influencia china en Centroamérica, donde sólo Guatemala y Belice aún reconocen a Taiwán. La entrevista puede leerse a continuación. 

Para empezar, ¿quién es R. Evan Ellis? ¿De dónde surge el interés por la región? 

Desde muy joven, tuve una fascinación por todo el mundo más allá de Ohio, mi lugar de nacimiento. Eso me impulsó a estudiar ciencia política. Trabajé los primeros 14 años de mi carrera en asesoría de temas de defensa y guerras del futuro en el sector privado, primero con SAIC y luego con Booz Allen. 

En 2008 tuve la oportunidad de trabajar con una entidad del Gobierno, liderando un equipo de juegos de guerra con nuestros socios en la región. En 2014 conseguí esta posición como profesor de investigación del Colegio de Guerra del Ejército. Entre 2019 y 2020 tuve la oportunidad excepcional de trabajar para el secretario de Estado, Mike Pompeo, en su grupo de planificación de políticas. Esto me dio un poco de perspectiva del Departamento de Estado, que siempre he guardado conmigo. 

¿Qué estrategias usa China para expandir su influencia en la región? 

Primero hay que reconocer que para China acabar, en la medida de lo posible, con la autonomía de Taiwán y aislarlo internacionalmente es un tema estratégico. El enfoque de China en Centroamérica también forma parte de su competencia estratégica con EE. UU. 

China generalmente busca lograr sus objetivos liderando con sus empresas estatales y su poder como comprador de commodities, prestamista o inversionista. De forma secundaria, pero también muy importante, China avanza sus objetivos tejiendo redes de influencia con los estudiantes que lleva a China con becas Hanban, también con las personas que invita: consultores, académicos, políticos, periodistas, etcétera.  

China siempre opera localmente y se apoya en su diáspora, usando las cámaras de comercio China-País X y las sociedades de amistad China-País X.  

Es indudable que China ha expandido su influencia en Centroamérica. ¿Podría darnos algo de contexto? 

En los últimos 20 años, el avance de China ha sido en países sudamericanos, que, aunque de espíritu occidental, son relativamente lejanos desde la perspectiva de EE. UU. En Centroamérica y México, en cambio, hemos tenido Gobiernos relativamente cooperativos y conservadores. 

Con el cambio de Costa Rica y Panamá, luego de El Salvador y ahora de Nicaragua y Honduras, tenemos un grupo de países cerca de EE. UU., donde hay Gobiernos relativamente débiles institucionalmente, con una transparencia imperfecta. China está avanzando muy rápido en proyectos de infraestructura, influencia y capacitación de periodistas. Cuando miramos a Honduras, no sólo se nota esto, sino también la negociación del tratado de libre comercio (TLC) y el interés chino en expandir su presencia en el eje de transporte regional. 

Esto se ve en Nicaragua con el aeropuerto de Punta Huete y el posible proyecto ferroviario conectando Corinto con Bluefields, es decir, del Pacífico al Atlántico. Cuando miramos el Golfo de Fonseca, también vemos la posibilidad de un puerto en El Salvador. Lo que contemplamos es una serie de Gobiernos muy influidos por China, con relaciones no tan buenas con EE. UU. y con proyectos de infraestructura estratégica operados por China. Es un clúster muy cerca de EE. UU. que da a China muchas opciones de hacer cosas y, en cierta forma, aislar a EE. UU. de otros aliados más al sur. 

Usted acaba de publicar un artículo en The Diplomat describiendo las presiones que China actualmente ejerce sobre Guatemala. ¿Le importaría explayarse? 

Desde una perspectiva estratégica, cuando observamos la posibilidad de una Guatemala ya reconociendo China, quizá con un TLC con China, con proyectos de infraestructura, se entiende una preocupación, pero como parte de una preocupación mucho más grande. 

China siempre busca tejer redes de influencia con periodistas, a veces comprando anuncios en periódicos, a veces invitando a periodistas a China. Por ejemplo, algunos colegas míos me han alertado de este viaje de tres meses por Claudia Menéndez (sic), quien entiendo es muy importante por su show ConCriterio. Han viajado otras personas de la Asociación de Periodistas de Guatemala, incluso Juan Antonio Canel Cabrera. También me mencionaron a Manuel Rosales (sic), de Canal Antigua.  

Esto es muy consistente con cómo China funciona. Luego se sirven de estas redes de influencia para hablar de forma favorable sobre China o de forma negativa sobre Taiwán.  

Tradicionalmente, Huawei, que ha operado en la región desde los años 90, ha sido muy importante, especialmente en países que no reconocen a China. No me sorprendió averiguar que los representantes de Huawei se han mostrado muy activos en Guatemala, con varios proyectos que introducen peligros informáticos, como el sistema que ahora han vendido a Banrural. 

China a veces empieza tejiendo redes de influencia con importadores, exportadores y personas con interés en hacer cosas con China. Entonces se nota como un grupo de automotriz ahora importa vehículos Chang’an. Estas relaciones no surgen de la noche a la mañana: conllevan años de relaciones y viajes a China.  

¿Y lo político? 

Informalmente, algunos colegas guatemaltecos me han indicado que, después de la transición, muchas personas del lado conservador —quizá muy asustados por la manera en que EE. UU. ha ejercido presión sobre varios sectores en Guatemala— han pensado: “Bueno, si EE. UU. nos va a mandar a todos a la cárcel con órdenes de extradición, mejor hacemos como los Ortega y tenemos otras asociaciones y fuentes de ingresos si las cosas van muy mal”. 

Por otro lado, entiendo que el presidente Arévalo y su padre son muy respetados, pero Semilla es un grupo diverso y entre este grupo hay algunos con más simpatía por China y la izquierda. Además, en cierta forma, algunos asocian a Taiwán con un legado de corrupción, contra la cual Semilla combate. En mi opinión, no es completamente justo sólo tachar a Taiwán con esto. 

Imaginemos que Guatemala reconoce a Pekín. ¿Cómo reaccionaría EE. UU? 

Se vería con preocupación y se haría un esfuerzo por disuadir a Guatemala, especialmente si Guatemala lo hace por sorpresa, como lo hizo Oscar Arias en Costa Rica y Sánchez Cerén en El Salvador. Pero creo que, a pesar de esto, se respeta que Guatemala pueda tomar decisiones soberanas. 

Si después de esto el Gobierno empieza a colaborar más con China en temas gubernamentales, como la capacitación policial y la arquitectura de la información, esto podría llevar a Guatemala por un sendero en que, por un lado, se dificulten las relaciones con EE. UU. y, por el otro, el país se entregue a una dependencia cada vez más fuerte, por el peso de China en la compra de productos guatemaltecos, las inversiones y los empleos. 

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Marimaite Rayo
Baja inversión en programas de desarrollo social del MIDES
460 palabras | 2 mins de lectura

Algunos ministros del equipo del presidente Bernardo Arévalo han destacado la importancia de coordinar esfuerzos entre los diferentes sectores, tanto externos, como internos al gobierno para enfrentar los problemas más complejos del país. Esta estrategia se ha implementado especialmente en el desarrollo social. Varias instituciones han unido esfuerzos para combatir vulnerabilidades como la pobreza y la desigualdad. 

Los datos. En las últimas semanas, miembros de entidades como el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES), Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA), Viceministerio de Seguridad Alimentaria y Nutricional (VISAN), y también el presidente Arévalo, han participado en actividades para presentar proyectos enfocados en el desarrollo social del país. 

  • En el caso del mandatario, hace unas semanas anunció que, a partir del 1 de julio, la administración central empezaría a entregar un bono a familias del área rural y urbana del país.

  • En el marco de la iniciativa intersectorial "Mano a Mano", que busca reducir la pobreza y la malnutrición, el MAGA y el VISAN entregaron alimentos a 220 familias del municipio de San Gaspar Ixil, Huehuetenango.

  • Tanto el bono familiar, como la iniciativa mencionada, comparten similar estrategia de implementación, consistente en entregar dinero o raciones de comida para paliar los efectos nocivos en el corto plazo. 

Visto y no visto. Aunque las autoridades presentan estos proyectos como grandes logros institucionales, al observar los verdaderos niveles de inversión la realidad cambia. 

  • Hasta el momento el MIDES es una de las entidades con menor ejecución presupuestaria: 33.84 %. En el rubro de transferencias monetarias, con énfasis en nutrición apenas alcanza el 3.51 %, según el Sistema de Contabilidad Integrada (SICOIN).

  • Asimismo, el renglón bajo el que se coordinan los proyectos enfocados en la provisión de alimentos, la coordinación y planificación interinstitucional en seguridad alimentaria y nutricional, solo ha desembolsado GTQ 1 186 223 de los GTQ 2 320 026 asignados para el 2024.

  • Esta situación sugiere que, debido a la baja tasa de inversión, la incidencia que estos programas pueden tener en la realidad de las comunidades guatemaltecas sea mínima. 

Por qué importa. En el pasado, las entidades y unidades ejecutoras de los programas enfocadas en el desarrollo social han demostrado tener poca capacidad de ejecución. 

  • Esta debilidad se le puede atribuir a la falta de visión a largo plazo, dado que, siguiendo un modelo asistencialista, optaron por proyectos en los que se entregan recursos monetarios o materiales, en vez de invertir en proyectos que propongan mejoras sistemáticas en la estructura social del país.

  • Así pues, si la administración del presidente Arévalo realmente quiere dejar un legado de largo plazo en materia de desarrollo, es necesario empezar a destinar recursos siguiendo un plan con objetivos a largo plazo, de manera que sea sostenible, más allá de los cuatro años de gobierno.