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Bukele: autócrata, pero ¿con buenas intenciones?
¡Buenos días!
El boletín de República Política de hoy les trae un contenido variado. Desde lo local, que aborda la coyuntura (los traspiés de Semilla en el Congreso) y la pretensión del pacto oficialista de despacharse a un Fiscal General que les es incómodo, pasando por lo regional –las elecciones del domingo en El Salvador, y su deriva hacia el autoritarismo, pero con posturas conservadoras muy populares– hasta los temas hemisféricos, donde la emigración irregular (ilegal) es “el” tema que definirá el resultado de las elecciones en EE. UU. Todo está conectado.
Este boletín –no este individual, sino este boletín en general– siempre trata de darle una amplia visión de los asuntos de trascendencia a ustedes, nuestros suscriptores. Creemos que el de hoy cumple, a perfección, esa aspiración.
Agradecemos su confianza y suscripción.
Contenido en este boletín:
•Editorial: La deriva autocrática
•Las fallas legales de la iniciativa para destituir a Consuelo Porras
•El Salvador libra una discreta guerra cultural
•Iowa y la inmigración
La deriva autocrática
A lo largo de este siglo, la democracia liberal ha venido en declive; la incapacidad de las autoridades electas más su voracidad en la apropiación de fondos públicos, ha ocasionado el desencanto de los ciudadanos. Es precisamente a partir del 2001 cuando empieza a aparecer la consigna popular que resume el sentimiento: “que se vayan todos”.
Cansados de sus élites políticas, los argentinos ya no querían más de lo mismo. Tuvieron que pasar más de veinte años para que finalmente se atrevieran a probar algo distinto; eligieron a Javier Milei que, en papel al menos, prometía romper con el sistema. Si la apuesta será efectiva aún no lo sabemos.
El anterior es solamente un ejemplo; hay otros que ya se pueden evaluar si fueron efectivos o no; más allá de ello, sus métodos son los cuestionables. En Bolivia, Ecuador –ni se hable de Venezuela– mandatarios han pasado por encima de las leyes, para su beneficio personal. Han atentado contra la república.
El domingo habrá elecciones en El Salvador y el seguro ganador será el presidente Nayib Bukele. Se postula a una inconstitucional reelección –habilitada por un fallo de la sala constitucional que el propio Bukele nombró– pero para entonces ya hubo realizado otros actos que lo definen como autócrata. La irrupción con el ejército en el seno del Congreso salvadoreño, la remoción de magistrados constitucionales “incómodos”, así como la del Fiscal General y haber gobernado desde el 2022 bajo estado de excepción, son algunos ejemplos.
Con los incuestionables resultados positivos en seguridad como estandarte, los salvadoreños le han ido dando cada vez más y más poderes; el cambio de la fórmula electoral, para evitar la representación minoritaria; la reducción del legislativo, y la reducción de municipios, favorecen su control sobre todo aspecto de la vida política salvadoreña. La concentración de poderes –legales o fácticos– en una persona son, por definición, autocracia.
Pero ¿por qué la deriva autocrática? Como hemos dicho, una de las razones de ello es que los mejores no se han metido a política, con muy pocas excepciones. Eso allana el camino a líderes populistas que sin importarles el respeto a la división de poderes o al estado de derecho, dan resultados tangibles a la población. El problema es que el costo a mediano plazo es demasiado alto.
El diseño institucional puede ser otro de los elementos que impiden dar resultados dentro de la legalidad y que ocasionan el desencanto con la democracia liberal. Pero ello debe ser atendido con reformas legales y no con desmanes autoritarios.
No importa en dónde del espectro ideológico se ubiquen los autócratas, el daño es el mismo. Las instituciones republicanas deben prevalecer por encima de algunos exiguos resultados a corto plazo.
En Guatemala, se pudo notar el daño a la república que puede ocasionar que los poderes del Estado sean complacientes uno con el otro; los órganos independientes del poder político (principalmente del Ejecutivo) si bien pueden ser molestos para el régimen, deben seguir siendo independientes. Las modificaciones legales casuísticas nunca son convenientes. Más allá de erróneas, inevitablemente llevan, tarde o temprano, a la concentración de poder: a la autocracia.
Luis González
•Las fallas legales de la iniciativa para destituir a Consuelo Porras
760 palabras | 3 mins de lectura
La iniciativa de ley que pretende habilitar la vía para destituir a la fiscal general, Consuelo Porras, tiene fallas legales y genera dudas.
La propuesta busca modificar el artículo 14 de la Ley Orgánica del Ministerio Público (MP). En 2016 los diputados –bajo presión de la CICIG y la embajada de Estados Unidos– cambiaron la ley y le quitaron la potestad al presidente para remover al Fiscal General. Lo hicieron para proteger a Thelma Aldana.
Con el cambio realizado hace ocho años, los congresistas ponentes consideran que es "imposible" destituir al jefe del MP. Con Aldana no tenían problema en que la regulación fuera así, pero con Consuelo Porras sí consideran que el mandatario Bernardo Arévalo debe poder despedirla. Posiciones incoherentes.
La jefa del MP abrió investigaciones contra el partido Movimiento Semilla que llevó al poder a Arévalo. Además, tramitó solicitudes de antejuicio contra el gobernante y otros miembros de esa organización por presuntas ilegalidades en la conformación del partido y lavado de dinero.
Por qué importa. No hay duda de que la iniciativa está dirigida contra Porras. Los legisladores que plantean las reformas la señalan cometer "interferencia en las funciones constitucionales".
"La Fiscal General ha cometido manifiesta interferencia en las funciones constitucionales (sic) del Tribunal Supremo Electoral. Ha profanado la voluntad popular manifiesta en las urnas y de cuya legalidad y pureza han sido testigos cientos de Juntas Electorales...", indican los parlamentarios.
"Comete acciones que ameritan su remoción del cargo", agregan, Pero insisten en que con la ley actual no puede ser destituida.
"En esta norma tal y como se encuentra, establece una causa muy difícil o imposible de concretarse". Por lo tanto, piden la reforma y que se amplíen los hechos por los cuales se puede dar por terminada la gestión de la jefa del MP.
Sí, pero. Los cinco ponentes agregan que, aparte de la "comisión de un delito doloso durante el ejercicio de su función", un Fiscal General también puede ser removido por temas políticos o inconformidades con su desempeño.
"Cuando en ejercicio de su cargo o a través de sus instancias, atente contra el orden constitucional, cause ingobernabilidad, atente al sistema político y económico nacional, al Estado de Derecho, la independencia de poderes y rechazo social", dice la iniciativa.
La reforma no queda ahí; otro medio para iniciar el proceso de destitución del jefe del MP es mediante la presentación de cinco mil firmas de ciudadanos.
En ese caso otras entidades como la Corte de Constitucionalidad (CC) y el MP, confirmarían si el funcionario cometió esas fallas. Mientras tanto, quedaría suspendido provisionalmente de su cargo. De ser aprobada, devendría inconstitucional, pues la CC no realiza investigaciones.
En perspectiva. La primera falla legal es que de nuevo se pretende realizar una reforma a conveniencia de las circunstancias políticas y según el agrado de un organismo del Estado, como en 2016.
Si el bloque oficialista logra su cometido, el presidente Arévalo tendrá "sus" fiscales generales hasta 2028, pero cuando asuma el próximo gobernante, también cesará al que esté y nombrará al de su agrado o conveniencia.
El tema de que los periodos del Fiscal General y el Presidente de la República no coincidan, perderá su razón de ser según lo establecido por los constitucionalistas. Se perderá el balance de poder y sería un error político, comentó un diputado que prefirió no ser citado.
La pretensión oficialista enfrenta un problema: la reforma legal no tendría carácter retroactivo. Aplicaría para el siguiente periodo constitucional. Sin embargo, esta es la opinión de algunos abogados; el Organismo Ejecutivo y sus aliados en el Congreso podrían pretender pasar por alto tal limitante. El asunto tiene visos de ser dirimido por la CC.
En conclusión. El primer paso para intentar destituir a Porras ya fue dado. La iniciativa 6300 fue enviada por la Directiva del Congreso –presidida por Nery Ramos y afín al partido Semilla– a la Comisión de Asuntos de Seguridad Nacional. Aunque es potestad del pleno esa decisión, resulta sospechosa.
La propuesta se remitió a esta comisión a cargo del partido Azul que llevó al Organismo Legislativo a Ramos. Se supone que con ello los oficialistas y sus allegados buscan asegurar un dictamen favorable. Que pase sin trabas al pleno.
En situaciones "normales" la iniciativa debió ser enviada a la Comisión de Reformas al Sector Justicia, que presidirá un diputado del Partido Unionista. O también pudo ser remitida a la Comisión de Legislación y Puntos Constitucionales, pero esta es una de las cuatro que Semilla se "guardó" porque todavía no tiene definido a quién confiarlas.
Así, la iniciativa contra la Fiscal General arranca un camino que encontrará obstáculos legales. Además, traerá un desgaste político al gobierno de Arévalo que no está dispuesto a esperar dos años para “despedir” a Consuelo Porras.
Sebastián Gennari
•El Salvador libra una discreta guerra cultural
649 palabras | 4 mins de lectura
En El Salvador, el Gobierno libra una batalla discreta en contra de lo que comúnmente se denomina ideología de género. Las agencias de cooperación de otros países –por no hablar de las ONG internacionales– han recibido instrucciones claras de no atentar contra la “moral” de los alumnos.
Esto ha puesto a El Salvador en riesgo de un choque frontal con USAID, la encargada de distribuir los fondos de cooperación de Washington. USAID, que empuja políticas DEI (diversidad, equidad e inclusión), no ha tenido más remedio que aceptar las directrices salvadoreñas.
El Ministerio de Educación ha puesto especial atención en examinar todos los materiales educativos provenientes del extranjero. Sus funcionarios se expresan en términos tajantes: no se tolerarán materiales que amenacen “nuestros principios” y “la visión del país que queremos construir”.
El Gobierno se muestra especialmente preocupado por los materiales educativos apuntados hacia los estudiantes de educación básica. Hace unos meses, por ejemplo, la aparición de una bandera LGBT en un libro desató controversia.
Hemeroteca. El temor no es únicamente por los niños, sino por sus padres, que son capaces de formar organizaciones que empañan el actuar de agencias estatales. El mejor ejemplo de esto es la Alianza de Padres de Familia, que en septiembre provocó la destitución de Carlos Rodríguez Rivas, hasta entonces director del Instituto de Formación Docente (INFOD).
La controversia surgió cuando Canal 10, la televisión pública de El Salvador emitió Aprendamos en casa, un segmento educativo que hablaba de las distintas orientaciones sexuales.
El Estado respondió no sólo con la destitución de Rodríguez, sino también con una “reestructuración profunda” del INFOD, que perdió su espacio en Canal 10.
En general, se percibe un giro conservador desde el nombramiento de José Mauricio Pineda como ministro de Educación. Reemplazó a Carla Hanania, socióloga por la Universidad de Lovaina, en Bélgica, y otrora asociada a ACNUDH, el organismo de derechos humanos de la ONU.
Entre líneas. Como dijera el Ministerio de Educación en agosto, el Estado tiene el único objetivo de “velar por la niñez, proteger su salud mental y fomentar los valores familiares”. Pero las nuevas directrices tienen una segunda función: limitar el poder de las ONG y de las organizaciones estatales extranjeras presentes en el país.
Estos organismos actúan como Estados paralelos con ideologías que chocan con la de los anfitriones. Sus nebulosas fuentes de financiamiento, a lo que debe sumarse la protección prestada por sus países de origen, les proporciona un inmenso grado de poder e influencia.
Las organizaciones como USAID manejan presupuestos inmensos: entre abril de 2021 y febrero de 2023, obtuvo US$261M en fondos para el llamado Triángulo Norte, compuesto por Honduras, Guatemala y El Salvador.
El Salvador no puede renunciar a estos fondos, pero sí los puede condicionar e influir en su uso. Por ello, San Salvador ha dicho a USAID que los únicos programas de equidad que tolerará son aquellos que busquen garantizar el acceso a la educación de niñas.
El porvenir. No hace falta resaltar la singularidad ideológica del Gobierno de Nayib Bukele, que no encaja dentro de los típicos parámetros de la izquierda y derecha latinoamericanas. En todo caso, la postura educativa de su Gobierno no le restará apoyos; al contrario, en un país conservador como el suyo, se verá beneficiado.
Bukele es, por supuesto, inmensamente popular, aunque abundan sus detractores, sobre todo en el exterior. Siendo francos, nadie ama u odia al mandatario por su faceta de guerrero cultural opuesto a la ideología de género.
Más allá de verlo como el redentor o verdugo de El Salvador, debe observarse la forma en que ha logrado constreñir el poder de USAID y las agencias con fines similares, sean estatales o no.
Con frecuencia se piensa que las naciones centroamericanas carecen de poder alguno. Craso error. Son soberanas, al menos formalmente, de ahí que las ONG acatan las directrices educativas salvadoreñas. La alternativa, susurran quienes saben, era perder la personalidad jurídica.
El 15 de enero, los republicanos celebraron su caucus de Iowa, donde Donald Trump obtuvo una mayoría aplastante. Las siguientes primarias se celebraron el 23 de enero en Nuevo Hampshire; una vez más, Trump se impuso. Tiene virtualmente asegurada la candidatura republicana de cara a las elecciones presidenciales de noviembre. Lo más reseñable es que el 40% de los votantes en Iowa hablaran de la inmigración como su mayor preocupación: Iowa, ubicada en el Medio Oeste estadounidense, tiene poquísimos inmigrantes; sólo el 5% de sus habitantes nacieron en el extranjero. En EE. UU., por tanto, la oposición a la inmigración es un fenómeno generalizado que no está limitado a aquellos que viven en zonas de mucha afluencia.