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El Nobel de la discordia

¡Buenos días!
Ayer, en Oslo, fue entregado el premio Nobel de la Paz a Maria Corina Machado, líder de la resistencia venezolana. En vista de que no pudo llegar a tiempo, su hija, Ana Corina, lo recibió en su nombre, pronunciando un discurso que sacó lágrimas, no por lastimero, sino por el drama que retrató vívidamente de la tragedia que vive el pueblo venezolano, bajo la satrapía de Nicolás Maduro, delfín del abominable Hugo Chávez —que, ojalá, arda en el infierno—.
El Nobel de la Paz siempre ha sido controversial; basta recordar cómo en 1992 se le otorgó a Rigoberta Menchú, una guerrillera. ¿Qué paz podría aportar alguien así? Sin embargo, ella fue galardonada ese año en “conmemoración” de los 500 años del arribo de Cristóbal Colón a América.
Entonces, los guerrilleros y socialistas aplaudieron; hoy, que se le otorga a una víctima de la dictadura, callan indignamente —como la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum— o lo critican —como las locuaces lunáticas españolas, Ione Belarra e Irene Montero—. ¡Vaya sororidad, la de las “compañeras”!
Mientras tanto, en el México de Sheinbaum y en la España de las socialistas-feministas Belarra y Montero, la corrupción es rampante y la apañan, esconden y niegan, porque es de los suyos. Basuras.

Gérman Gómez
Universidad Americana: la otra pieza de Mazariegos
576 palabras | 3 minutos de lectura

La universidad más recientemente aprobada en Guatemala es la Americana. El Consejo de la Enseñanza Privada Superior (CEPS) la avaló el 21 de noviembre. Con su ingreso, ya operan 15 universidades privadas en el país.
La autorización ocurre un año antes de las elecciones de segundo grado de 2026. A ellas se suma la única pública: la Universidad de San Carlos (USAC).
Por qué importa. La creación de la nueva universidad es relevante. Tendrá participación en la Comisión de Postulación para el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y la Contraloría General de Cuentas (CGC) en 2026. Interviene en este último proceso porque cuenta con Facultad de Ciencias Económicas. Es una de sus dos unidades académicas.
En esa comisión, la Universidad Americana podría intervenir de dos formas: a través del foro de rectores y por medio de su decano. Resalta que también posee la Facultad de Ciencias de la Administración.
El decano de Ciencias Económicas es Óscar Emilio Paiz Corzo. La solicitud para la creación de la universidad la propuso la Fundación Americana para el Desarrollo y Emprendimiento en octubre de 2023.
La sede de la casa de estudios, según consta en la publicación del Diario de Centro América, está ubicada en diagonal 6, 10-50, zona 10, nivel 9, torre sur, Edificio Interamericas World Financial Center.
Detrás de escena. En el consejo directivo de la universidad hay actores cercanos a Walter Mazariegos, rector de la USAC. Entre ellos, Juan Carlos Godínez Rodríguez, secretario del CEPS, quien firmó la autorización para crear la nueva universidad. Él trabaja como asesor de la rectoría en la USAC.
La cercanía con Mazariegos parte de una relación laboral. Varios contratos indican que Godínez asesora en aspectos legales al rector. En 2021 fue incluido en la “Lista Engel” de EE. UU.
La designación respondió a señalamientos por abuso de autoridad; se le acusa de influir de forma indebida y manipular la designación y elección de jueces y magistrados.
Godínez fue parte del Consejo Superior Universitario (CSU) hasta 2022. Representaba al Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala (CANG). En su lugar quedó Berner García.
Sí, pero. Carlos Humberto Echeverría Guzmán integra el Consejo de Fiduciarios de la Universidad Americana. Él ha buscado ser contralor de cuentas en varias ocasiones; su última participación fue en 2022, pero no consiguió ser electo. También ha sido catedrático de la Facultad de Ciencias Económicas de la USAC.
Moisés Ricardo Jerez Morales ocupa la vicerrectoría. Paralelamente, funge como secretario de Comunicación y Protocolo del Organismo Judicial (OJ).
Otros integrantes de la nueva universidad tienen vínculos con Mazariegos. Trabajan o trabajaron en la Facultad de Humanidades de la USAC, donde él fue decano.
El poder de Mazariegos se extiende más allá de las universidades. Ahora, intenta forzar el cambio de sede para la realización de las Comisiones de Postulación. Busca que sea en un hotel de la zona 11.
En conclusión. La autorización de la Universidad Americana reconfigura el tablero previo a las Comisiones de Postulación de 2026 y amplía la influencia de Mazariegos más allá de la USAC. La composición de su consejo directivo y los perfiles involucrados revelan una estructura alineada a intereses políticos.
La vinculación de integrantes con antecedentes polémicos, procesos disciplinarios o presencia en la “Lista Engel” refuerza dudas sobre la independencia académica del proyecto. También su papel en la vida pública.
Los intentos de trasladar la sede de trabajo de Mazariegos consolidan una estrategia que afecta la transparencia futura en nombramientos de alto impacto institucional.
Reynaldo Rodríguez
Desestabilización electoral: la lucha por la victoria
539 palabras | 3 minutos de lectura

Las elecciones en Honduras avanzan entre márgenes estrechos, desconfianza acumulada y un Consejo Nacional Electoral (CNE) sometido a presión constante. Lo que debería ser un cierre técnico se ha transformado en una disputa narrativa donde cada actor intenta definir qué significa “ganar” antes de que concluya el conteo oficial.
En un clima donde la legitimidad depende más de percepciones que de procedimientos, el proceso electoral se vuelve terreno fértil para estrategias de desgaste político.
En perspectiva. La contienda hondureña llega marcada por una tensión entre institucionalidad frágil y una ciudadanía que exige resultados ante un claro voto de castigo.
La deslegitimación constante del CNE y, en particular, del sistema de transmisión (TREP), erosionó desde temprano la confianza pública y preparó el terreno para que cualquier resultado pudiera ser puesto en duda.
En ese tablero, Marlon Ochoa. No hacía falta probar un fraude ex ante o ex post; bastaba con presionar sobre el ángulo más vulnerable del proceso —el TREP y la confianza en el CNE— para deslegitimar el resultado completo.
Incluso los intentos de estabilización de las otras dos consejeras —operando bajo presión política, hostigamiento y un clima de sospecha— quedaron atrapados dentro de una táctica mayor: no se buscaba dañarlas directamente, sino generar el caos suficiente para desprestigiar el proceso electoral.
Cómo funciona. La dinámica electoral hondureña se expresa en tensiones estructurales del propio sistema político.
La inestabilidad de una sola vuelta con mayoría simple convierte cualquier margen estrecho en una vulnerabilidad: no existe un mecanismo institucional de desempate político y la legitimidad del ganador depende casi por completo de la confianza en el conteo.
Tanto el PLH como el PNH se asumen ganadores: los liberales proyectan que las impugnaciones pueden revertir su déficit, mientras que los nacionalistas están preparados para defender sus propios recursos de nulidad; ninguno quiere deslegitimar la elección porque ambos ven un camino plausible a la victoria.
Entre líneas. Bajo la superficie electoral se preparan estrategias de desgaste y pulso político que intentan o solidificar la legitimidad electoral y ganar un escrutinio especial o anular las elecciones.
La injerencia estadounidense ha tenido efectos ambivalentes: por un lado, impulsó la consolidación y legitimación de una probable victoria de Asfura. Por el otro, terminó empujando a Nasralla a ser narrativamente asociado con Libre, aprovechando su historial de saltos tácticos de creación fallida de estructuras de votos hacia uso de partidos políticos como vehículos electorales, ubicándolo como un actor políticamente maleable.
El PNH confía en la solidez del proceso y el PLH en su capacidad de impugnación, por lo que ambos están preparados para resistir un período prolongado de contienda en un escrutinio especial de actas. Mientras tanto, las estructuras de Libre operan con desorden: figuras que aceptaron la derrota tempranamente, pugnas internas para evitar daños retroactivos por escándalos de corrupción y ausencia de una línea disciplinada. Este vacío contrasta con el movimiento más calculado de Mel Zelaya.
Mel Zelaya consolida su fuerza interna mientras ofrece apoyo superficial a Nasralla: busca atarlo a la imagen de un candidato sostenido por Libre para erosionar la narrativa de respaldo estadounidense y posicionarlo como un izquierdista funcional. La estrategia es clara: permitir que Nacional y Liberal se desgasten litigando sus caminos a la ventaja, mientras Libre se reorganiza y prepara el terreno conceptual y político para una eventualmente anulación electoral.
En conclusión. La batalla por las narrativas sobre la realidad es lo indispensable para estas elecciones: ya no importa lo que realmente ocurrió, sino qué versión logra imponerse. Honduras habita en ese terreno peligroso de lucha política.
La validez técnica de la elección queda relegada frente a la disputa por el relato: PNH y PLH buscan consolidar una victoria erosionando selectivamente la confianza en el proceso, pero no su legitimidad integral. Esa pugna abre la grieta que Libre necesita para instalar su propia narrativa: que las elecciones, sin importar el conteo, deben considerarse nulas.
El pulso ya no gira en torno a votos, sino a narrativas; en esa transición, Honduras se enfrentará a una elección que será decidida por capacidad partidaria de desgaste, acuerdos para respetar los resultados de unas elecciones deslegitimadas y la capacidad de consolidar judicialmente la validez electoral.
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