¿Elecciones manipuladas?

¡Buenos días! 

 

Casi una semana después de llevarse a cabo las elecciones en Honduras, todavía no se conoce al vencedor; Nasry Asfura y Salvador Nasralla tienen unos pocos miles de votos de diferencia —llegó a ser de apenas 500—, lo que tensa al máximo la contienda. Las acusaciones sobre manipulación de datos van y vienen, sobre todo de parte de Nasralla, que dice que un “algoritmo” alteró los datos de madrugada.

El voto en Honduras es mediante papeleta; la transmisión de datos preliminares, como en Guatemala, no se utiliza para determinar al ganador. 

Precisamente esta semana, Hugo Armando “el pollo” Carvajal —detenido en EE. UU. por varios cargos, entre ellos, narcotráfico y terrorismo— escribió una carta dirigida al presidente Donald Trump, en donde, entre otras revelaciones, dijo que Smartmatic —una empresa fundada en Venezuela— había sido creada para manipular elecciones en ese país y que, posteriormente, se exportó con la intención de manipular elecciones en otros países. En el continente, varios países han usado o usan la tecnología de esa empresa en sus elecciones, lo que enciende varias alarmas.

El voto en papeleta, como en Guatemala, además de un conteo de votos que involucra a voluntarios y fiscales de los partidos, es la mejor defensa frente a intentos de manipulación. Otra cosa es que los candidatos que resultan electos paran siendo, casi siempre, una vaina.

 
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Reynaldo Rodríguez
La geopolítica de los recursos latinoamericanos
539 palabras | 3 minutos de lectura

América Latina vuelve a ser el escenario central de una disputa global por recursos estratégicos: minerales críticos, energía, pasos logísticos y agricultura a gran escala. La fragmentación del orden internacional ha convertido estos activos en piezas de poder que Estados Unidos y China buscan asegurar. En este nuevo mapa, cada puerto, corredor y yacimiento de recursos adquiere un valor geopolítico renovado.

En perspectiva. Latinoamérica está siendo reordenada como reserva estratégica de minerales, energía, logística y alimentos en un sistema internacional cada vez más fragmentado.

  • La región ha pasado de ser un mercado emergente genérico a convertirse en un tablero donde se juegan la transición energética, la seguridad alimentaria y el control de rutas marítimas clave.

  • La geografía de recursos —el litio, cobre, hidrocarburos y demás— se combina con la de pasos logísticos como Panamá, el Caribe venezolano y la doble salida oceánica de Colombia, elevando el peso geopolítico de estos países para el mundo.

  • La revalorización de la región no nace de proyectos latinoamericanos propios, sino de la presión de las grandes potencias por asegurar suministros estables en un mundo que vuelve a pensar en términos de bloques y esferas de influencia.

Lo indispensable. La disputa por los recursos de la región se expresa en dinámicas concretas que están reconfigurando sus vínculos externos.

  • El litio andino, el cobre chileno-peruano, los hidrocarburos de Venezuela y Brasil y el potencial de energía renovable del Cono Sur se han convertido en activos codiciados para la transición energética y la seguridad industrial de las potencias. 

  • La presión estadounidense para limitar la influencia china en Panamá —expulsando a Hutchinson Ports—, la creciente militarización del Caribe venezolano y la presión hacia el régimen de Petro en Colombia —la bisagra logística con acceso a dos océanos— demuestran la centralidad de controlar corredores marítimos y nodos portuarios estratégicos para asegurar los recursos que sostienen el boom de capitales en Norteamérica. 

  • Además, Brasil, Argentina y Paraguay se han consolidado internacionalmente como proveedores esenciales de granos y proteínas, mientras aumenta la demanda externa por biocombustibles y cultivos que aseguren autosuficiencia alimentaria y energética en un escenario global volátil. 

Entre líneas. La carrera por recursos redefine las condiciones para alianzas e introduce nuevas vulnerabilidades para la región.

  • La creciente dependencia externa de minerales, energía y agricultura puede llevar a una reprimarización estructural, donde la región queda limitada a exportar recursos sin desarrollar industria ni asegurar transferencias tecnológicas, dejando los precios, la innovación y el valor agregado en manos de actores externos. 

  • Estados Unidos y China buscan alineación política, no como contención ideológica —al estilo del siglo XX—, sino como operación transaccional: el apoyo político y financiero se provee a cambio de estabilidad futura en el suministro de recursos estratégicos.

En conclusión. La disputa global por los recursos está reconfigurando a Latinoamérica más rápido de lo que sus instituciones han podido adaptarse. La región se vuelve indispensable para la transición energética, la seguridad alimentaria y el control de rutas estratégicas, pero negocia desde posiciones fragmentadas y asimétricas.

  • En este contexto, cada país corre el riesgo de quedar atrapado en acuerdos transaccionales que aseguren estabilidad a las potencias, no a sus propios sistemas productivos. El desafío central será transformar esta demanda externa en capacidad interna para consolidarnos como potencias regionales. 

 

 
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El periodista e historiador español, Antonio Padilla, tiene una habilidad especial para detectar patrones geopolíticos donde otros solo oyen ruido de graderío.

El autor de este ensayo se desplaza con soltura entre dos territorios que suelen caminar separados: la pasión irracional del fútbol y la frialdad analítica de la geopolítica. Y lo logra escapando del eurocentrismo. 

La escritura es ágil, muy periodística. Una invitación para pensar más allá de la cancha. Combina anécdotas, entrevistas y explicaciones históricas. No hace fata ser un fanático del “deporte rey”. Su pulso narrativo mantiene vivo el interés incluso para quienes no siguen ligas ni estadísticas. 

Su recorrido por los Balcanes es una clase de historia reciente: clubes fracturados por conflictos étnicos, hinchadas convertidas en termómetro social, estadios que alguna vez fueron trincheras. En el Cáucaso, la geopolítica se vuelve casi obscena: la guerra se cuela en colores, cantos y fichajes. En África aparece como un laboratorio para entender cómo países jóvenes intentan construir una identidad común bajo una presión que combina colonialismo, migración y desigualdad.

Los episodios dedicados a Latinoamérica —vibrantes pese a ocupar menos espacio del merecido— muestran cómo el fútbol ha servido para administrar tensiones sociales, legitimar gobiernos y, en ocasiones, escapar de ellos. Ahí donde Europa exhibe eficiencia, nuestro continente muestra resiliencia, creatividad y una sorprendente capacidad de convertir crisis en relato colectivo.

Aborda la historia de clubes de Brasil y Argentina y la rivalidad de ambos países no como un simple choque deportivo, sino como una disputa simbólica entre dos proyectos nacionales. Sus selecciones terminaron siendo metáforas ambulantes de ambiciones políticas. Habla, asimismo de equipos en Bolivia, Chile, Colombia y México. 

También se presta atención a Centroamérica, recordando cómo las eliminatorias mundialistas han funcionado como un raro espacio de unidad regional, si bien con tensiones evidentes.  

El historiador en el estadio es un atlas emocional y político. En la obra, Latinoamérica brilla con intensidad propia. El fútbol no lo explica todo, pero revela qué tipo de mundo estamos construyendo. Invita al lector a mirar la región no como un apéndice folclórico del deporte mundial, sino como un escenario donde la pelota y la política bailan siempre un tango complicado, apasionado y profundamente humano.

 
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