Fin de la historia, no, pero como que sí de la civilización occidental

¡Buenos días!

Cada vez que acaece un hecho como el asesinato de una figura prominente, en este mundo de información global instantánea, las posturas de miles o millones de personas confluyen en el escaparate de las redes sociales; cualquier badulaque tiene una voz, pero ese es precisamente “la gracia” de la libertad: debe ser para todos por igual y su único límite es la ley.

Cuando ya no es posible contrastar ideas, cuando el debate —por acalorado que llegue a ser— da paso a la violencia, todo parece estar perdido. Los más afectados somos quienes nos ceñimos a las reglas del juego; los infractores campean campantes, valga la expresión. Algo debe cambiar. La ley del talión, claramente, no es la solución, como tampoco lo es castigar a quienes se expresan de una manera —por despreciable que pueda ser— a favor o justificando la violencia. Si es así, el asesino de Charlie Kirk ganó; hizo que la sociedad y las autoridades callen a quienes opinan de manera distinta.

Hoy les recomendamos el hilo titulado: Economía que nace del suelo, publicado originalmente en el boletín de República empresa.

Les deseamos un buen fin de semana largo, con motivo de las fiestas patrias. 

 
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Reynaldo Rodríguez
Charlie Kirk: un espejo de la violencia política global
500 palabras | 2 minutos de lectura

El terrible asesinato de Charlie Kirk, activista político conservador, ha revelado una profunda grieta en la política mundial; la polarización ideológica ha creado una escalada en la violencia política en los últimos años. Lo crucial es que la violencia ha sido prácticamente unilateral contra figuras de la derecha.

Por qué importa. Se ha registrado un alza en los asesinatos de figuras políticas conservadoras en el mundo a raíz de un proceso de radicalización ideológica. 

  • Existe un incremento en atentados y magnicidios contra la derecha a través de los últimos años. Las condiciones han sido particularmente similares: al aire libre, en público y frente a miles de espectadores.

  • Se han documentado acontecimientos desde Estados Unidos hasta Brasil. Trump y Bolsonaro sufrieron atentados frente a su electorado. En Colombia, el candidato Miguel Uribe Turbay fue asesinado en un mitín. El último caso, Kirk, recibió un disparo en un evento masivo de estudiantes.

  • El [homicidio] de Kirk es la consecuencia de una severa polarización política nacida de narrativas y políticas públicas de animosidad unilateral —de izquierda a derecha—.

Cómo funciona. Las narrativas y políticas públicas en regímenes de izquierda han generado un germen de violencia a través de Occidente. 

  • El uso retórico de categorías como “fascista” o “nazi” de la izquierda contra la derecha, ha llegado a licenciar y justificar este grado de violencia en el plano narrativo.

  • Las políticas públicas en relación con justicia, control de fronteras y delincuencia, han apoyado un grado de impunidad hacia crímenes violentos y reincidencia por laxitud de penas. Las políticas de la izquierda han tercerizado la violencia.

  • Los políticos instauran medidas que crean inseguridad, permitiendo que la violencia la cometan otros. De esa manera, la izquierda se aleja narrativamente de su responsabilidad, trasladando la culpa a la retórica de la derecha.

Entre líneas. El atentado contra Kirk ha cambiado el umbral simbólico de las acciones posibles en la arena del debate y la política, mostrando intolerancia hacia la disidencia. 

  • Las políticas de la izquierda —desde el marxismo, hasta el wokismo— tienen la característica de regular y establecer límites al lenguaje. Se regula qué se puede decir y cómo puede decirse. Por ejemplo, la ley C-16, en Canadá, criminaliza la libertad de no usar pronombres preferidos y, técnicamente, prohíbe el sostener verbalmente una visión dicotómica de los géneros.

  • El asesinato de Kirk es un intento de establecer un límite sobre quién puede hablar, sobre qué y, sobre todo, a qué costo.

  • La violencia política se ha utilizado como medio para establecer lo permitido y lo prohibido, categorizando lo prohibido —la derecha— como perverso y lo permitido —la izquierda— como benevolente.

En conclusión. El excecrable asesinato de Charlie Kirk impone un antes y un después; reescribe el diccionario político, estableciendo las palabras e ideas prohibidas y permitidas. El valor de la libertad ha sido desvelado, mientras se protege un andamiaje institucional no solo hace verosímil la posibilidad de más violencia, sino que la justifica. Las libertades democráticas deberían ensanchar la libertad de expresión, no imponer discrecionalmente sus límites. 

 
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🎙 En el nuevo episodio de Repúblicast, conversamos con Santiago Palomo, secretario de Comunicación Social de la Presidencia, sobre su trayectoria, el papel de la comunicación gubernamental, la transparencia, el manejo de medios y su visión hacia el futuro. Una conversación directa sobre el poder, la narrativa oficial y los retos de la actual administración.

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El periodista y analista español Esteban Hernández aporta con este libro una mirada ambiciosa al presente. Nos ofrece una radiografía del actual desorden geopolítico. 

Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y una Europa debilitada, el autor advierte sobre una fractura global. Su tesis central es clara: la democracia liberal atraviesa una crisis profunda, empujada por el regreso del nacionalismo, la erosión de las clases medias y la creciente desconfianza hacia las instituciones. Su enfoque sirve no solo como diagnóstico, sino como anticipación para lo que podría acontecer en los años venideros. 

Hernández acierta al señalar las oscilaciones económicas y sociales como la raíz del malestar ciudadano y la expansión del populismo. Muestra que el auge de liderazgos como el de Trump no es una anomalía, sino la consecuencia de desequilibrios económicos y culturales que llevan años gestándose. Su fortaleza está en relacionar lo geopolítico con lo social, ofreciendo al lector un mapa para comprender la inestabilidad actual.

Su mérito consiste en exponer una evaluación clara y accesible, con una narrativa que conecta, sin tecnicismos innecesarios. 

Hay aspectos mejorables. El ensayo se queda corto en lo propositivo: aunque describe con solidez lo que no funciona, ofrece escasas alternativas concretas para enfrentar la crisis. Adolece también de una visión demasiado centrada en Occidente, con escaso espacio para perspectivas del sur global. 

Pese a estas limitaciones, El nuevo espíritu del mundo pone sobre la mesa las preguntas incómodas que las élites prefieren ignorar. Y, sobre todo, confirma que política y economía globales ya no responden a las viejas certezas. 

Sin ser la última palabra sobre este momento histórico, sí es una de las interpretaciones más serias y útiles que circulan hoy. Estamos ante una obra estimulante y necesaria para entender qué está pasando en la política internacional.  

 
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