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Grandes éxitos, primera parte

¡Buenos días!
Como les anunciamos, hoy publicamos dos de los hilos más leídos/compartidos del año.
Sorpresa fue, que del top 10 de hilos más leídos, cuando menos siete fueron sobre temas regionales; música para nuestros oídos, pues nuestra proyección es justamente esa: regional.

Rafael P. Palomo
“Una sola China”: el bloqueo a Taiwán, peligrosamente cerca
504 palabras | 3 minutos de lectura

Los avances chinos sobre Taiwán representan un riesgo inminente y el mundo todavía no sabe cómo reaccionar.
En perspectiva. De momento, los ejercicios militares de China alrededor de Taiwán son solamente simulacros, pero Xi Jinping le ha demostrado al mundo que tiene la capacidad de llevar a cabo una invasión o, cuanto menos, un bloqueo a la isla.
Tras un esfuerzo de décadas, bajo el liderazgo de Xi Jinping, China se ha convertido en la mayor potencia naval.
El avance chino contrasta con el estancamiento de EE. UU., evidenciado por el fiasco de su más reciente fragata —la Constellation—, que tardará el doble de lo proyectado en construirse y con un sobrecosto de unos USD 600M.
Cómo funciona. En octubre del año pasado, China llevó a cabo un ejercicio aéreo y naval con más de 125 aeronaves militares, simulando lo que sería un eventual bloqueo. La ofensiva involucraría ataques a infraestructuras clave, de tipo militar, portuaria, aeroportuaria y energética.
De acuerdo con la inteligencia militar, los buques chinos rodearían la isla, a una distancia que evite los misiles costeros taiwaneses, mientras que sus portaaviones lanzarían cazas J-15 desde el sureste para disuadir a sus aliados de intervenir.
La guardia costera, junto con la milicia civil marítima, reforzarían el bloqueo y submarinos chinos colocarían minas en puertos para alejar barcos comerciales.
Finalmente, barcos de carga chinos arrastrarían sus anclas para cortar cables de fibra óptica submarinos y, así, realizar ataques cibernéticos a los sistemas financieros y militares de Taiwán.
Punto de fricción. China ha afianzado una estrategia lo suficientemente sólida como para evitar una escalada militar controlada; cualquier respuesta efectiva requeriría de una intervención directa. Su superioridad naval, además, le permite asegurar el perímetro de la isla con misiles supersónicos y sus sistemas antibuques de largo alcance.
Para EE. UU., sostener una guerra a miles de kilómetros sería logísticamente inviable, especialmente debido a su inferioridad naval con respecto a China.
Europa, que no ha estado dispuesta a movilizar tropas siquiera por su propia seguridad continental, difícilmente superaría la aplicación de sanciones económicas.
Japón y Australia serían las dos principales potencias con mayor incentivo para intervenir —ya que su estabilidad depende de la seguridad de Taiwán—, pero, sin el involucramiento de EE. UU., sería una causa perdida.
Ahora qué. EE. UU. ha desarrollado dos cadenas de islas que sirven como contención para China. Su primera línea de defensa consta de Japón-Okinawa, Filipinas, Borneo, Indonesia y Taiwán. La segunda está conformada por Guam, las islas Marianas y Palau.
Una expansión china a gran escala es casi inconcebible; empero, sostener la soberanía e independencia de Taiwán a largo plazo parece militarmente imposible.
El sistema de alianzas diplomáticas de Taiwán ha fallado, ya que ninguno de los 15 países que le reconocen tiene capacidad militar para apoyarles en un potencial enfrentamiento.
EE. UU. y sus aliados solamente pueden mantener una estrategia disuasiva contra China que, ante la guerra comercial de Trump, cada vez tiene más que ganar y menos que perder en caso de atacar a Taiwán.
Richie González
Cómo China está impulsando una guerra digital desde Centroamérica
1034 palabras | 5 minutos de lectura

En la última década, China ha ampliado de manera exponencial su influencia y presencia en los ámbitos político y económico de Centroamérica, la región más cercana a la frontera sur de Estados Unidos. A través de una combinación de redes empresariales y donaciones destinadas al desarrollo de infraestructura pública, Pekín ha consolidado su posición en la región, incursionando en sectores que podrían comprometer la seguridad nacional de los países centroamericanos y de su principal adversario geopolítico.
Panorama. Recientemente, el gobierno de Costa Rica anunció el inicio de investigaciones por presunto fraude, soborno y tráfico de influencias, en las que estarían implicados representantes de la empresa china de telecomunicaciones, Huawei, así como funcionarios y exfuncionarios del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE).
Esto ocurre tras varios meses de tensiones entre el gobierno de Rodrigo Chaves y la compañía, derivadas de un decreto firmado en 2023 que excluye de las licitaciones para el desarrollo de redes 5G a empresas provenientes de países que no forman parte del Convenio de Budapest, como es el caso de Huawei y China.
El decreto en cuestión, emitido por preocupaciones de ciberseguridad, fue apelado por Huawei ante las cortes costarricenses. No obstante, en una primera instancia constitucional, la apelación fue rechazada, aunque el proceso judicial aún no se ha agotado. A pesar de ello, todo apunta a que Costa Rica busca contener el avance de Pekín en su intento por dominar la infraestructura digital crítica del país.
Las advertencias de las autoridades costarricenses sobre posibles casos de corrupción y la agresiva incursión de China en el sector de telecomunicaciones parecen tener fundamento. Según reportó The Tico Times, en abril de 2024, Huawei presuntamente organizó una fiesta exclusiva para varios empleados del ICE, incluidos funcionarios encargados de supervisar los contratos públicos. Asimismo, en los días posteriores al anuncio de las investigaciones, la embajada de EE. UU. en Costa Rica emitió un comunicado informando que, tras un análisis exhaustivo, se identificaron grupos cibercriminales de origen chino operando en el espacio cibernético costarricense.
Por qué importa. Las instituciones débiles, la pobre infraestructura y la limitada legislación en los países centroamericanos los hacen particularmente vulnerables a ataques cibernéticos y otras amenazas. Esta situación representa, además, un riesgo significativo para EE. UU., que observa cómo su principal adversario geopolítico gana progresivamente influencia sobre activos estratégicos en las proximidades de su frontera sur.
En una entrevista con República, el Dr. Robert Evan Ellis, catedrático de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos y especialista en asuntos latinoamericanos, señaló que, en Guatemala, los representantes de Huawei han tenido una actividad significativa. Entre las principales iniciativas se destacan sus servicios en la nube, así como las alianzas estratégicas establecidas con diversas organizaciones y empresas a nivel regional. Según Ellis, estas colaboraciones podrían generar riesgos de seguridad informática, similares a los identificados en Costa Rica.
A pesar de recientes discusiones al respecto, Guatemala aún carece de una ley de ciberseguridad o de una normativa que proporcione un marco jurídico integral para la protección de la información de las instituciones públicas y las empresas que operan en el país. Esta ausencia normativa incrementa significativamente el riesgo de ataques cibernéticos y, en términos generales, facilita que la infraestructura digital del país pueda ser vulnerada o cooptada por actores externos en cualquier parte del mundo.
Guatemala, uno de los pocos países que aún reconoce a Taiwán, ejemplifica cómo China logra expandir su influencia sin depender de vínculos diplomáticos formales, utilizando su red empresarial como principal herramienta. Según Ellis, en contextos adversos como el guatemalteco, Pekín complementa sus esfuerzos a través de estrategias como otorgar becas a estudiantes, adquirir espacios publicitarios en medios de comunicación y financiar viajes a China para periodistas y empresarios.
El modelo chino. Pekín emplea una estrategia de diplomacia corporativa para impulsar sus intereses geopolíticos, particularmente en Latinoamérica, donde busca operar con discreción y evitar llamar mucho la atención debido a su proximidad geográfica con EE. UU. En este sentido, China prescinde de la necesidad de embajadas tradicionales para establecer y manejar sus redes de influencia en el exterior, apoyándose en el poder y alcance de sus grandes empresas para lograr dicho objetivo.
Las grandes empresas chinas, ya sean públicas o privadas, como Huawei, BYD o Alibaba, están obligadas por ley a contar con un comité del Partido Comunista de China (PCCh) dentro de su estructura organizacional. Se cree que esta disposición se ha extendido incluso a compañías extranjeras que operan en China, como BMW y Volkswagen.
Estos comités reflejan la determinación del PCCh por garantizar que todos los sectores de la sociedad china estén alineados con su visión e ideología. En particular, se centran en las empresas más exitosas, con las cuales el partido puede coordinar acciones a nivel global para avanzar en sus objetivos de política exterior. A cambio, estas empresas reciben generosos subsidios y políticas públicas que impulsan su crecimiento y consolidación en mercados internacionales.
Esto refuerza la percepción de que lo sucedido en Costa Rica es, en esencia, otro intento del PCCh por expandir su influencia en el control de infraestructuras digitales críticas para la seguridad nacional, en lo que tradicionalmente se considera el “patio trasero” de Washington.
El balance. Latinoamérica tiene altas probabilidades de convertirse en uno de los escenarios más relevantes del tablero geopolítico en la próxima década. Los hechos sugieren que la región debería ocupar un lugar prioritario en la política exterior de Donald Trump, dado su enfoque en detener la inmigración ilegal y frenar el avance de China como la próxima superpotencia global.
El nombramiento de Marco Rubio, conocido por su implicación en asuntos internos de los países latinoamericanos, como jefe del Departamento de Estado, sugiere que Washington podría estar preparándose para prestar mayor atención a los acontecimientos de su vecindario al sur.
Todo parece indicar que EE. UU. deberá encontrar mecanismos efectivos para competir tanto con la diplomacia corporativa como con la diplomacia de chequera de China, estrategias con las que Pekín ha logrado ganar el favor de la mayoría de los países en Centroamérica.
Tarde o temprano, Washington deberá destinar más tiempo y recursos para enfrentar los riesgos a su seguridad nacional derivados de la inmigración y la creciente influencia china en el hemisferio occidental. Cuanto antes empiecen, mejor.
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