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La Línea: una lección pendiente para Guatemala

Buenos días.
Estamos a una semana de que se cumpla una década desde que se destapó el caso La Línea. Aquel escándalo histórico provocó la caída de un binomio presidencial, pero diez años después, el panorama sugiere que poco —o nada— ha cambiado.
En Guatemala, parece haberse institucionalizado la costumbre de que nada pase, de gobierno en gobierno, cada cuatro años. Mientras tanto, la paciencia ciudadana se erosiona. Quienes se congregaron en la Plaza de la Constitución en 2015 siguen inconformes, especialmente al constatar que un gobierno cayó, pero nada mejoró.
La Línea permanece como un recordatorio incómodo —y una advertencia para quienes hoy detentan el poder— de que la autoridad no es un salvoconducto para el abuso. Los que pusieron atención a lo ocurrido en 2015 saben que no se puede vivir eternamente del eco de gestas ajenas; es momento de actuar, de construir y merecer, por derecho propio, un lugar en la memoria de Guatemala.
Gracias por leer y por permitirnos acompañarles en su quehacer diario.


Ana González
A diez años de La Línea, el caso que llevó a la cárcel a Pérez Molina y a Baldetti
485 palabras | 2 minutos de lectura

Hace 10 años, Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti estaban en la cúspide del poder. Dirigían el país, disfrutaban de lujos y de sus millonarias propiedades. Tras salir a luz el caso La Línea, sus nombres quedaron marcados en la historia como el primer binomio presidencial en caer por su vinculación en actos de corrupción.
Por qué importa. Pérez Molina y Baldetti fueron las primeras altas autoridades en ser obligadas a renunciar y, también, en ser condenadas por corrupción. No obstante, aún libran algunas batallas en los tribunales para evitar la prisión y recuperar sus bienes.
El exmandatario permanece en libertad. Salió de la cárcel en 2024 tras pagar una fianza de GTQ 10M, para lo cual dio en garantía dos bienes, mientras la condena queda firme. Su defensa insiste en su inocencia.
Baldetti no ha tenido la misma suerte, pues continúa en la cárcel Santa Teresa, aunque disfruta de un permiso especial que le permite salir de lunes a jueves para recibir tratamientos médicos.
La exvicemandataria también enfrenta una condena de 15 años por el caso del lago de Amatitlán y está pendiente su futuro en los casos de cooptación del Estado, y Terminal de Contenedores Quetzal (TCQ), así como el proceso de extradición a EE. UU. por supuestos vínculos con el narcotráfico.
Datos clave. La Línea constituyó el caso de corrupción más relevante revelado por el Ministerio Público (MP) y la extinta CICIG, el 16 de abril de 2015. Este escándalo destapó una estructura, liderada por el binomio presidencial, que operaba recibiendo sobornos de importadores con el fin de evadir el pago de impuestos aduaneros, de acuerdo con la acusación.
La indignación fue tal que miles de personas se concentraron durante varios días en la Plaza de la Constitución para pedir la renuncia de las autoridades. Baldetti renunció el 8 de mayo de 2015 y el mandatario dejó el cargo el 2 de septiembre de ese año.
Siete años después, Pérez Molina y Baldetti fueron condenados a 16 años y 8 meses de prisión. La defensa de ambos apeló, con la esperanza de que en alguna instancia judicial los absuelva.
Otras figuras relevantes durante el caso fueron el secretario privado de Baldetti, Juan Carlos Monzón, quien fue condenado, pero, al haber sido colaborador eficaz, evitó la prisión. Mientras que, el ex jefe de la SAT, Omar Franco, y la ex intendente de Aduanas, Claudia Méndez, fueron absueltos.
En conclusión. La Línea marcó un antes y un después en la historia del país, ya que no había un antecedente de un escándalo de corrupción que causara la renuncia de un presidente de la República.
A pesar de que las actuaciones del MP —bajo la dirección de Thelma Aldana— e Iván Velásquez —al frente de la CICIG— fueron objetos de cuestionamientos, la ciudadanía, independientemente del desenlace de las condenas, sigue considerando a los exgobernantes como símbolos del abuso del poder que conduce a la cárcel.
Rafael P. Palomo
Michael Kratsios, el centinela del imperio de la IA estadounidense
510 palabras | 2 minutos de lectura

China ha demostrado que EE. UU. tiene competencia en la carrera por el dominio del mundo de la IA, lo que Trump no puede tolerar.
Por qué importa. La nueva carrera armamentística, con China y EE. UU. como protagonistas, es mucho más amplia que su precursora del siglo XX, con aristas derivadas del desarrollo de la tecnología; es en esta área, precisamente, dónde ambas potencias están enfocando sus esfuerzos. Más precisamente, en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA).
El lanzamiento del chatbot de DeepSeek, demostró que China tiene la capacidad de crear modelos tan poderosos como los estadounidenses, a costos mucho menores.
Trump se ha visto en la obligación de tomar medidas para limitar el acceso de compañías chinas a los procesadores gráficos —desarrollados principalmente por empresas estadounidenses como NVIDIA— necesarios para los programas de IA.
Trump ha encomendado la tarea a Michael Kratsios, su propio zar de la IA.
Por qué importa. La IA es económicamente imprescindible para EE. UU. (USD 28 000M del PIB en 2024), perder la supremacía ante China erosionaría su ventaja en tecnología y en mercados emergentes como el 6G. La primacía de Silicon Valley depende, en gran medida, de la dominancia de EE. UU. en este ecosistema. En materia de seguridad nacional, la IA es fundamental para el desarrollo de sistemas de defensa y análisis de inteligencia.
Las implicaciones geopolíticas son inmensurables; como señala Chris Lehane, director de Asuntos Globales de OpenAI: “los países deben elegir entre alinearse con EE. UU. o China, y perder el liderato podría debilitar las alianzas de EE. UU.”.
Encabezar la carrera le permite a EE. UU. establecer estándares de ética y regulación de la IA. Dominar la industria le permitiría a China el desarrollo autocrático de esta tecnología, para fines como la vigilancia ciudadana y el control social.
Retener la preeminencia es vital para mantener la prosperidad económica, la seguridad nacional y el poder blando de EE. UU., en un mundo donde la tecnología define el equilibrio de poder.
En conclusión. En 2016, pocos en Silicon Valley apoyaron a Donald Trump. Peter Thiel, el capitalista de riesgo, fundador de PayPal e íntimo amigo de J.D. Vance, fue uno de ellos. Como resultado, uno de sus mayores ejecutivos encontró sitio en el gobierno. Se trata de Michael Kratsios, que vuelve al sector público tras ser confirmado por el Senado para liderar la Oficina de Política Científica y Tecnológica (OSTP) de EE. UU.
Kratsios trabajó en el Departamento de Defensa de la OSTP durante la primera presidencia de Trump y regresó al sector privado para trabajar en la startup ScaleAI durante la Administración Biden.
Durante su primera experiencia política, fue designado para viajar por el mundo y persuadir a otros países de no optar por equipos baratos de telecomunicaciones chinos, como los de Huawei, y promover alternativas europeas.
Kratsios deberá expandir el imperio de la IA estadounidense, promoviendo la innovación y desarrollo de la IA; tendiendo puentes con Silicon Valley, y gestionando el conflicto entre los intereses comerciales de empresas como NVIDIA y la seguridad nacional de EE. UU.
Richie González
Trump sacude el tablero comercial de Latinoamérica
468 palabras | 2 minutos de lectura

La semana pasada, Trump anunció una nueva batería de aranceles, ampliando su alcance a todos los socios comerciales de EE. UU.
En perspectiva. Latinoamérica no fue la excepción; la mayoría de los países de la región enfrentan un arancel base del 10 % sobre todas sus exportaciones, con algunas excepciones notables. Nicaragua fue objeto de un arancel del 18 %, Venezuela del 15 % y Guyana resultó ser la nación más golpeada, con una tasa general del 38 %. El caso más relevante, sin embargo, es el de México.
Aunque quedó excluido del anuncio formal de aranceles “recíprocos”, también ha sido objeto de gravámenes: un arancel del 25 % sobre todos los bienes que no cumplen con las disposiciones del T-MEC, además de los ya vigentes del 25 % sobre automóviles, autopartes, acero y aluminio.
En general, las exportaciones latinoamericanas están dominadas por commodities, especialmente agroindustriales y minerales.
El sector textil también desempeña un papel significativo, aunque se concentra principalmente en Centroamérica.

Por qué importa. Muchos países de la región —especialmente los más cercanos a EE. UU.— destinan más de un tercio de sus exportaciones al mercado estadounidense. México destaca nuevamente, ya que cerca del 80 % de sus exportaciones tienen como destino final EE. UU.
Si bien, se prevé que los nuevos aranceles reduzcan la demanda de exportaciones y encarezcan los costos de producción y de vida debido a disrupciones en las cadenas de valor —en gran medida por la imposición del ahora arancel del 104 % sobre casi todos los productos chinos—, el panorama para Latinoamérica podría no ser tan negativo como parece.
Los países del sudeste asiático —cuyas exportaciones compiten directamente con las latinoamericanas— fueron duramente golpeados, con aranceles superiores al 30 % en naciones como Indonesia y Tailandia; y cercanos al 50 % en el caso de Vietnam y Camboya.
Esto podría otorgar a Latinoamérica una ventaja competitiva tanto en manufactura como en sectores clave como textiles, agroindustria y minería.
Lo que sigue. La incertidumbre sobre los criterios utilizados por la administración Trump para aplicar los denominados “aranceles recíprocos” generó inquietud. Sin embargo, ahora está claro que estas medidas no responden únicamente a principios económicos o de reciprocidad comercial, sino que buscan generar presión para avanzar la agenda política de Washington en todo el mundo.
Para Latinoamérica, particularmente en temas como la lucha contra el narcotráfico, la migración y la influencia de China.
Trump lo tiene claro: “Los aranceles nos dan un gran poder para negociar. Siempre lo han hecho”.
Aunque Trump invocó poderes especiales bajo la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional para imponer estas medidas, aún está por verse si acuerdos comerciales preferenciales —como el CAFTA-DR— o la reducción de barreras no arancelarias podrán frenar su avance. Algo sí está claro: el orden comercial global ha entrado en una nueva etapa.
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