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Menkos, el habilitador de la corrupción

¡Buenos días!
Nuestro exposé de “La casa de chocobananos” arrojó luz sobre prácticas corruptas durante gobiernos pasados y este; el amaño de licitaciones y el abuso de compras directas no es, ciertamente, algo propio de la administración de Bernardo Arévalo.
Sin embargo, hay algo que también descubrió la investigación y que sí es propio de esta administración: durante la gestión del ministro Jonathan Menkos, en el RGAE, sucedieron milagros. empresas fachada —algunas de ellas, creadas justo después de que Semilla pasó a segunda vuelta— proveedoras del Estado, pasaron de tener un techo de contratación medianamente modesto, a alcanzar los cientos de millones de quetzales. ¡Milagro económico!
Resulta obvio que esas empresas-fachada consiguieron esos registros de manera fraudulenta. Es por ello por lo que, cuando menos en esta trama de corrupción, existen tres partes: el proveedor, el o los funcionarios que amañan las licitaciones, pero también está el o los funcionarios que habilitaron al primero para poder acceder a esos megacontratos; el que les abrió la puerta, pues.
La Comisión Nacional contra la Corrupción tiene mucho que descubrir y denunciar; los funcionarios señalados tienen, a su vez, mucho que explicar.

Reynaldo Rodríguez
CELAC y la nueva era de la fragmentación
469 palabras | 2 minutos de lectura

El reciente aplazamiento de la Cumbre de la CELAC no es una sorpresa, es el síntoma más claro de una reconfiguración geoeconómica global. En un mundo que se aleja de la globalización para abrazar la regionalización y el friend-shoring, los grandes foros multilaterales pierden tracción.
Para Latinoamérica, esto se traduce en una incapacidad de actuar como bloque, priorizando urgencias internas y alianzas con potencias externas por encima de la integración.
En perspectiva. El debilitamiento de los foros pan regionales como la CELAC es el resultado directo de la intensificación de varias fuerzas centrífugas.
La profunda polarización entre gobiernos en el mundo —como la reciente ruptura de relaciones entre Perú y México— evidencia un intento de las naciones para establecer nuevas reglas entre ellos. La diplomacia regional se ha utilizado para incrementar la soberanía de cada país, reduciendo el impacto de los históricos proyectos de integración general de la región.
La mayoría de los países de Latinoamérica enfrentan crisis internas agudas con alta inflación, problemas monetarios y renegociación de contratos en nuevas cadenas de valor. La agenda de cooperación internacional ha sido relegada a un segundo plano.
La preocupación principal de los Estados trata sobre el alineamiento con los dos grandes polos globales. Estos buscan atraer inversiones de EE. UU. o asegurar el financiamiento de China tomando en cuenta el nuevo orden arancelario, lo que fragmenta los intereses comunes.
Lo indispensable. La nueva tendencia de la regionalización implica que la geografía y la afinidad política vuelven a ser más importantes que la eficiencia económica global.
La CELAC fue diseñada como un contrapeso y alternativa institucional a la OEA: este era un espacio donde los países latinoamericanos tenían más preponderancia que Estados Unidos y Canadá.
Se han empezado a priorizar los acuerdos en bloques más pequeños, ágiles y con intereses alineados y, crecientemente, los acuerdos bilaterales directos con potencias extrarregionales.
La lucha hegemónica entre Estados Unidos y China exacerba la división. Cada país mide sus movimientos diplomáticos en función de cómo le posiciona frente a Washington o Beijing, no frente a sus vecinos.
Entre líneas. El aplazamiento de la CELAC y el avance de la fragmentación geoeconómica generan riesgos significativos a mediano plazo para la región.
La consolidación del Mercosur como un bloque de poder industrial y alimentario define un nuevo centro de gravedad. Esto pone una presión directa sobre Centroamérica —a través del SICA— para acelerar su propia integración económica. El riesgo de no consolidarlo es que los pequeños Estados centroamericanos se vean forzados a negociar individualmente en un mundo de gigantes.
Las fracturas diplomáticas y de espacios multilaterales rompen los canales de inteligencia y cooperación en seguridad. El colapso de la confianza multilateral crea vacíos que son espacios propicios para actores involucrados en el crimen organizado o de las olas de migración, obligando a repensar la seguridad regional desde cero.
La vulnerabilidad estratégica de la región ahora depende de su capacidad para consolidarse en bloques económicos atractivos. La inclusión en el reordenamiento de las cadenas de valor globales exige una delicada elección de aliados.
En conclusión. El aplazamiento certifica que el proyecto de unidad latinoamericana está, en el mejor de los casos, en pausa. La nueva realidad geoeconómica ha superado a las instituciones creadas en el ciclo anterior. Mientras la región prioriza la supervivencia nacional y las alianzas tácticas, se profundiza la irrelevancia estratégica de Latinoamérica como un actor cohesionado en el escenario global. Alinear las economías regionales con EE. UU. o con China no es solo una decisión comercial, sino la definición del modelo de desarrollo y de los riesgos geopolíticos que se está dispuesto a asumir.
El rincón de los libros

Esta obra del demógrafo e ingeniero Alejandro Macarrón y el historiador Miguel Platón se lee para reaccionar. Mientras España discute sobre banderas, memoria o identidades, se está vaciando por dentro. Cada año nacen menos niños, mueren más ancianos y el silencio se impone como una forma de derrota civilizatoria.
Los autores hacen algo más valiente que sumar: apuntan al alma del problema. Hablan de un país que ha perdido el gusto por el futuro, que celebra la libertad, pero teme la continuidad, que confunde autonomía con soledad y progreso, con esterilidad.
Su diagnóstico: detrás del desplome natalista no hay solo salarios bajos o alquileres imposibles, sino una crisis de propósito. España, dicen, ya no sabe para qué quiere existir.
El libro alterna la precisión de un informe con la pasión de un manifiesto. Macarrón aporta la contundencia de unos datos demoledores y Platón la narrativa histórica. Hay páginas que suenan a crónica del desierto: pueblos sin niños, aulas que cierran, hospitales que envejecen. También destellos de lucidez política: la denuncia del desinterés institucional, del desdén de las élites hacia la familia, y del tabú mediático que evita hablar de natalidad por miedo a sonar “retrógrado”.
En tiempos de eufemismos, el gran logro del ensayo es llamar las cosas por su nombre. El riesgo, quizá, un tono que a veces roza el fatalismo. Se echan en falta propuestas más audaces o modelos inspiradores de otros países que han logrado revertir la tendencia. Con todo, incluso ese pesimismo refleja la honestidad de quien se niega a maquillar el abismo.
Puede aventurarse que, más que sobre demografía, es un texto sobre fe. No religiosa, sino civil: en el futuro, en la continuidad, en la idea de país.
En una España saturada de discursos y vacía de hijos, Los últimos españoles expone lo que pocos se atreven a decir: que una sociedad que deja de tener descendencia deja, simplemente, de tener sentido.
El suicidio demográfico no es una metáfora. Es, palabra por palabra, el título más exacto de nuestra época.
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