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Tiro por la culata

¡Buenos días!
Desde que, sorpresivamente, Bernardo Arévalo pasó a segunda vuelta y Movimiento Semilla consiguió una cantidad importante de curules, ha habido una inquina de parte del ente investigador en su contra. Es una verdad como la hostia.
El rifirrafe se ha intensificado de cuando en cuando, con un saldo claramente en contra del oficialismo; muchas veces justificadamente, otras no tanto, pero esa es harina de otro costal. Lo cierto es que un juez penal suspendió, primero, y luego canceló un partido político, abusando así tanto de la regulación electoral como de la de crimen organizado. Esas acciones son ya cosa juzgada.
Sin embargo —y sin aparente necesidad alguna— la semana pasada ese mismo juez resolvió la nulidad de pleno derecho de Semilla —organización que ya no existía por resolución propia— y con ello algunos buscaban sacar de sus puestos a los electos. No repararon —parece ser— en que la Corte de Constitucionalidad (CC) desde diciembre de 2023 había ordenado respetar los resultados electorales emanados de la voluntad popular.
Como era de esperarse, ante esta nueva andanada, la CC confirmó lo que había resuelto y señaló al juez de acciones que encuadran en el prevaricato, aunque no certificó lo conducente en ese sentido.
Ahora, el juez y quienes le apoyan se quedaron chiflando en la loma, con el agregado de que la CSJ ha iniciado acciones tendientes a la destitución del contumaz juez.
Colorín, colorado, pero este cuento no ha acabado.

Ana González
La maquinaria de la UNE sigue, pese al escándalo familiar de Sandra Torres
523 palabras | 3 minutos de lectura

Sandra Torres y la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) continúan siendo un actor determinante en la política guatemalteca. Aunque los cuestionamientos sobre su entorno familiar generan polémica, su verdadera fuerza radica en una maquinaria partidaria que no depende realmente de su carisma, sino más bien de la estructura forjada durante su paso por el poder.
Por qué importa. La resiliencia política de Torres demuestra la vigencia de una estructura que trasciende a su figura personal. La UNE mantiene presencia en todo el país gracias a los lazos creados desde los programas sociales impulsados durante el gobierno de Álvaro Colom, cuando Torres fue primera dama y principal artífice de su base política.
La red de beneficiarios de programas como Mi Familia Progresa sirvió como plataforma para consolidar un capital político duradero.
Su influencia en liderazgos locales permitió convertir la asistencia social en una estructura electoral funcional.
“Torres entendió antes que nadie el valor político de la gestión social”, justificaron algunos excongresistas.
Entre líneas. La más reciente controversia involucra a María Marta Castañeda, sobrina de Torres, señalada por su relación con Aldo Dupié Ochoa Mejía, alias el Lobo, líder del Barrio 18.
Sin embargo, sorprende que el caso no haya afectado la cohesión de su maquinaria territorial; el tema parece no llamar la atención.
Los cuadros departamentales se muestran firmes, convencidos de que el “liderazgo” de Torres les permitirá ganar la elección.
Incluso tras la detención de Castañeda, las filas del partido continúan creciendo con la incorporación de nuevos alcaldes, lo que evidencia que la maquinaria sigue operando con normalidad, blindada frente a la polémica.
Punto de fricción. En este escenario, sus hijas Nadia y Teresita de León, ambas diputadas, han mantenido una participación constante tratando de ganar espacios políticos.
Su presencia refuerza la percepción de continuidad y respaldo familiar en torno a la figura de su madre.
Nadia, electa diputada por el partido Nosotros, mantiene cercanía política con su madre.
Teresita es una figura que ha cobrado protagonismo en el Congreso, lo que suma a su nuevo papel como secretaria general de la agrupación.
Visto y no visto. La influencia de la UNE quedó evidenciada en el reciente episodio que involucró a Karla Gutiérrez, quien logró asumir la presidencia del Parlamento Centroamericano (PARLACEN) pese a múltiples intentos judiciales por impedirlo.
Algunas salas emitieron resoluciones para frenar su nombramiento, pero no tuvieron éxito.
El hecho revela el alcance de la agrupación, que incluso logró que se resolviera a su favor para inmiscuirse en un foro regional.
Este episodio refuerza la percepción de que la UNE mantiene su influencia.
Lo que sigue. La UNE se prepara para la contienda de 2027 con una estrategia pragmática: preservar su base territorial y capitalizar el desgaste del oficialismo. Sandra Torres sigue siendo su rostro más visible, aunque el poder real del partido está en su engranaje que fortaleció más que en su personalidad.
El fortalecimiento de estructuras locales y la lealtad de alcaldes, basada en que garantiza la victoria, han sido claves para su retorno al protagonismo electoral.
La narrativa del partido busca posicionarse como alternativa de estabilidad frente a la incertidumbre política nacional.
No hay duda de que Torres aparecerá en la papeleta electoral.
Reynaldo Rodríguez
Milei y el riesgo de impago: ¿una victoria pírrica?
584 palabras | 3 minutos de lectura

La preocupación de JPMorgan, Bank of America y Citi expone el trasfondo geoeconómico del nuevo intento de Washington por desplazar la influencia de China en Buenos Aires. Desde que Pekín consolidó su swap line con el Banco Central argentino, el yuan se volvió un sostén estructural de las reservas del país, otorgando a China un instrumento de presión que incomoda al Tesoro norteamericano.
Por ello, la administración Trump está impulsando un mecanismo de financiamiento alternativo respaldado con la intención de recuperar control sobre la ventanilla de emergencia argentina.
En perspectiva. Estados Unidos busca sostener la estabilidad inicial del gobierno de Milei y recuperar influencia en un terreno donde China compite por ser prestamista de último recurso.
Apostaron por reforzar a Milei con un respaldo que combina liquidez y legitimidad, consolidando la narrativa de retorno a los mercados tras años de aislamiento financiero y una victoria contundente en las elecciones pasadas.
El crédito estadounidense convivirá con los desembolsos del FMI y el swap chino, convirtiendo a Buenos Aires en una pieza más del tablero de rivalidad monetaria, donde cada actor busca condicionar la política cambiaria del país.
Sin embargo, la recurrencia argentina a mecanismos extraordinarios de liquidez, la desconfianza estructural de Wall Street y evidencia que el problema no es de fondos, sino de confianza.
Cómo funciona. El swap line opera como una línea de intercambio de divisas que permite al Banco Central argentino acceder temporalmente a dólares a cambio de pesos, bajo garantía de activos o de respaldo político del Tesoro estadounidense.
Las renovaciones del swap con el Banco Popular de China se han vuelto inestables: Pekín puede exigir pagos más rápidos y, así, condicionar la activación de nuevos tramos, creando incertidumbre sobre la liquidez real disponible.
Por ello, en Washington, los bancos aún discuten quién absorberá el riesgo final —ya sea el Tesoro, la Reserva Federal o el propio sector privado— antes de liberar los fondos.
Con múltiples defaults y programas inconclusos con el FMI, Argentina continúa siendo un deudor crónicamente riesgoso, incluso en esquemas políticamente respaldados como el del presidente Milei.
Entre líneas. Detrás del entusiasmo inicial, la banca estadounidense percibe el swap line argentino como un movimiento de alto riesgo político y financiero.
Las demandas de reembolso del FMI, las cláusulas de activación del swap chino y la presión del Tesoro para que los bancos sostengan el crédito crean un escenario de colisión: tres actores políticos y financieros con intereses distintos sobre un deudor con reservas limitadas. Cualquier conflicto en los flujos de pago puede desencadenar un impago cruzado.
Los bancos exigen garantías líquidas —bonos soberanos bajo jurisdicción extranjera o activos en divisas duras— antes de ejecutar la línea. La falta de estos instrumentos ha frenado los desembolsos y elevado el escepticismo sobre la solvencia real del BCRA.
En conclusión. El swap line representa una victoria política para Washington y para Milei, pero un riesgo latente para la banca que lo respalda. La superposición de intereses entre el FMI, China y Estados Unidos convierte la estabilidad argentina en una ecuación geopolítica antes que financiera. Para los bancos estadounidenses, el acuerdo no simboliza confianza en Argentina, sino una posición forzada dentro de la estrategia de poder de su propio gobierno.
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